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´´Llegué al taller literario de Juan Martini por la razón menos artística que se me puede ocurrir: me mandó mi psicóloga. Después de un tiempo siendo su alumno, Martini me mandó a leer “Once tipos de soledad” de Ricard Yates. No solo porque me iba a gustar, sino porque era la influencia que necesitaba en mi propia escritura.
Al mismo tiempo, mientras sufría por el vaivén entre la ausencia idealizada y la presencia insoportable, mi psicóloga me recomendaba leer... “Once tipos de soledad”. Porque me iba a sentir identificado de una manera extraña, porque quizás ahí había una pista de algo.
Lo tomé como una señal mágica y literaria. La verdad es que la psicóloga y Martini habían sido amigos, amantes, novios, o algo, y esa coincidencia tenía más que ver con el vínculo entre ellos (del que yo no sabía nada) que con la magia.
No importa. “Once tipos de soledad” es un librazo y se me quedó pegado para siempre. Hay imágenes (como la del taxista que quiere que quiere un escritor para que haga de su vida un libro) que puedo evocar hoy, 15 años después de haber leído el cuento “Constructores”. No sé si fue la influencia que necesitaba mi escritura ni el espejo que le faltaba a mi terapia. A veces la literatura no sirve para nada, pero igual es grandiosa.
Yates tiene un talento único para la tristeza. No hay luz al final del túnel y qué importa. No conozco a nadie que, después de leer, no sienta una pequeña conmoción de placer melancólico. Hay un deleite incomparable en espiar a estos seres en busca de un manotazo de felicidad, que siempre se les escapa.
PD: En Argentina está publicado por una editorial hermosa y muy dedicada @fiordo_editorial y traducido por @esther.cross Ojalá “Once tipos de soledad” sea una puerta de entrada a Yates, al trabajo de Esther y al excelente catálogo de Fiordo.´´

Juan Sklar, sobre Once tipos de Soledad

Once tipos de Soledad, Richard Yates

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´´Llegué al taller literario de Juan Martini por la razón menos artística que se me puede ocurrir: me mandó mi psicóloga. Después de un tiempo siendo su alumno, Martini me mandó a leer “Once tipos de soledad” de Ricard Yates. No solo porque me iba a gustar, sino porque era la influencia que necesitaba en mi propia escritura.
Al mismo tiempo, mientras sufría por el vaivén entre la ausencia idealizada y la presencia insoportable, mi psicóloga me recomendaba leer... “Once tipos de soledad”. Porque me iba a sentir identificado de una manera extraña, porque quizás ahí había una pista de algo.
Lo tomé como una señal mágica y literaria. La verdad es que la psicóloga y Martini habían sido amigos, amantes, novios, o algo, y esa coincidencia tenía más que ver con el vínculo entre ellos (del que yo no sabía nada) que con la magia.
No importa. “Once tipos de soledad” es un librazo y se me quedó pegado para siempre. Hay imágenes (como la del taxista que quiere que quiere un escritor para que haga de su vida un libro) que puedo evocar hoy, 15 años después de haber leído el cuento “Constructores”. No sé si fue la influencia que necesitaba mi escritura ni el espejo que le faltaba a mi terapia. A veces la literatura no sirve para nada, pero igual es grandiosa.
Yates tiene un talento único para la tristeza. No hay luz al final del túnel y qué importa. No conozco a nadie que, después de leer, no sienta una pequeña conmoción de placer melancólico. Hay un deleite incomparable en espiar a estos seres en busca de un manotazo de felicidad, que siempre se les escapa.
PD: En Argentina está publicado por una editorial hermosa y muy dedicada @fiordo_editorial y traducido por @esther.cross Ojalá “Once tipos de soledad” sea una puerta de entrada a Yates, al trabajo de Esther y al excelente catálogo de Fiordo.´´

Juan Sklar, sobre Once tipos de Soledad